Ciencias de la Educación

5 de noviembre de 2018

El aula de clase ha desaparecido: reflexiones para la educación del siglo XXI

Alexander Ortiz Bernal

Profesor Maestría en Educación

Universidad Externado de Colombia

Nos encontramos viviendo una época en la que la capacidad de asombro parece transitar por los senderos de la indiferencia, hoy es poco lo que nos deslumbra; caminamos de frente sin admirar lo que nos rodea, nos preocuparnos más por la apariencia física que por nuestro propio interior; lo estético, dice Byung (2015) está siendo eliminado por el arte de lo terso y lo pulido; somos esclavos del consumo y en el consumo privilegiamos lo que condenamos y señalamos; el individuo actual, comprador compulsivo, se ufana y se expresa a sí mismo a través de lo que posee.

Harvie Ferguson citado por Bauman (2003, p.93) expresaba que en el mundo posmoderno todas las distinciones se vuelven fluidas, los limites se disuelven y todo puede parecer su opuesto; la ironía se convierte en la perpetua sensación que las cosas podrían ser diferentes, aunque nunca radicalmente diferentes. En ese nuevo mundo afirma Ferguson, la “era de la ironía” pasó a ser reemplazada por la “era del glamour” en la que la apariencia se consagra como única realidad.

En esta nueva época, todo se ha naturalizado y cada creación e innovación generada por el hombre es aceptada sin reflexión alguna, así en algunos casos, esas invenciones vayan en detrimento de nuestro propio ecosistema. Muchas veces desde el desconocimiento, el miedo y la desconfianza se sataniza cada avance, cada descubrimiento, como queriendo negar que el mundo cambió y está cambiando; la reflexión del Ser en cuanto al Ser parece no interesar, los discursos superficiales y ligeros cobran mayor vigencia sobre la reflexión epistemológica y crítica del mundo; la prohibición emerge como la única vía para controlar y regular; lo individual sigue haciendo carrera dejando de lado lo comunitario, la eficiencia es la meta, sobresalir y demostrar es para la gran mayoría la única alternativa, no importa si para ello es necesario sacrificar nuestro propio entorno, nuestra propia especie, el planeta; dejamos atrás esa sociedad disciplinaria de la que Foucault nos habló y ahora transitamos por la que Byung (2013) describe como la sociedad de la transparencia, del  rendimiento y la individualidad.

Lo anterior es una reflexión personal, no quiero con esto presentar un panorama desesperanzador y sombrío, todo lo contrario, considero que ese escenario es la posibilidad para reinventar nuestro quehacer. Creo firmemente que la esperanza es el motor de impulso de los educadores, debemos pasar del decir al hacer, de la queja a la acción, lo dicho es simplemente un llamado a abrir el cuerpo y la mente, y comprender que el mundo cambió y seguirá cambiando. La infancia y la juventud hoy es otra, no podemos continuar inermes frente a lo que sucede, fácil resulta acomodarnos en el ayer y continuar afirmando que todo lo pasado siempre fue mejor, el ayer nos debe dar elementos para ocuparnos del hoy que es el futuro. Serres (2016) indica, “hoy los niños, niñas y jóvenes, viven una vida completamente distinta a las de las generaciones anteriores: ya no habitan el mismo espacio, no se comunican de la misma manera, no perciben el mismo mundo. Las grandes instituciones datan de una época que ya no reconocen. Estos cambios tan decisivos repercuten en la sociedad en su conjunto, en la educación, el trabajo, las empresas, la salud, el derecho y la política”.

Ayer el mundo cambió y hoy la sociedad es otra, por lo tanto es necesario despertar y reinventarnos como individuos, como educadores, como escuela y como sociedad. Reinvención que no es ajena al devenir histórico de la humanidad que ha tenido que asumir sus propios cambios y transformaciones, Yuval Noah Harari (2015) afirma que el homo sapiens es la especie que ha protagonizado las tres grandes revoluciones de la historia: la cognitiva, la agrícola y la científica, y cada revolución ha implicado que el ser humano se repiense en función de su propio contexto, se adapte y mute a un nuevo momento histórico; resistir y coexistir son condiciones propias del ser humano, pero transformar a partir de esas resistencias es una necesidad vida.

En relación con esas transformaciones, con ese devenir histórico de la humanidad, Serres (2016) hace un ejercicio muy interesante al indicar que a causa de la escritura y la imprenta, la memoria, por ejemplo, mutó a tal punto que Montaigne quiso una cabeza bien hecha antes que una cabeza bien llena. Esa cabeza acaba de mutar una vez más. Continua Serres, así del mismo modo que la pedagogía fue inventada por los griegos (paideia), en el momento de la invención y de la propagación de la escritura, se transformó luego con el surgimiento de la imprenta, durante el renacimiento, y así también, hoy la pedagogía cambia por completo con las nuevas tecnologías, Con la aparición de una nueva era, la era de los algoritmos, la robotización, el big data y la inteligencia artificial. Era en que, por ejemplo, la clase como la conocemos ha desaparecido.

Como parte de esas reflexiones permanentes, de esa búsqueda personal, hace algunos días y por sugerencia de un colega, tuve la fortuna de leer un par de libros a los que llamo provocaciones, uno de ellos lo he venido citando en este escrito, el otro resultó muy revelador; esas obras unido a lo ya expresado, me invitaron a repensar, por un lado, el rol del profesor y de la clase en el siglo XXI, y por el otro a analizar el futuro del trabajo y el papel de las escuela y la universidad en la era de la automatización y la eficiencia. Sin lugar a equivocación, lo que somos y poseemos hoy en la dinámica de mercado mañana será obsoleto, los oficios del ahora en veinte o treinta años habrán desaparecido o simplemente mutado a nuevas experiencias, por lo tanto valdría la pena preguntarnos ¿cuál es el papel que tenemos los educadores en esa nueva era?, ¿están las escuelas y las universidades preparando para el futuro o se anquilosaron en el pasado?, ¿la clase desaparecerá o mutará? Estos interrogantes los debemos comenzar a responder desde estas latitudes y no esperar que las respuestas nos lleguen como imposiciones del mercado.

Estamos sumergidos en un mundo lleno de tecnología, donde la cabeza se lleva en las en las manos, porque “sin un smartphone no se puede vivir”, las experiencias de realidad virtual y de realidad aumentada están a la orden del día, en ese escenario el sistema educativo en general tienen la enorme responsabilidad de repensarse de cara a esta nueva era. No podemos seguir negando el ahora desde la restricción y la prohibición, paradójicamente mientras que las tiendas de artículos tecnológicos están abarrotadas de gentes comprando el último IPhone, la última consola de video juegos, las gafas de realidad virtual y al mismo tiempo están descargando la App que les facilite la vida, en nuestro país hace curso por los pasillos del Congreso de la República un proyecto de ley que busca prohibir y restringir el uso de dispositivos de telefonía móvil en las instituciones educativas del país, iniciativa que tiene un respaldo importante de padres de familia y educadores. Uno de los argumentos está en que la tecnología y el uso de redes distrae a los estudiantes de sus oficios académicos, además de exponerlos a los riesgos que trae consigo el uso de la misma, ahora el nuevo culpable de los bajos resultados y del poco interés de los estudiantes por la escuela es la tecnología, en definitiva seguimos anquilosados, no se piensa en educar desde y con la tecnología, simplemente se limita y se restringe como si esa fuera la solución. Estamos en la sociedad de la doble moral, mientras compró o le entrego a mi hijo el último celular le reclamo a la escuela que impida su uso, ¿qué tal?, esas prácticas que impiden explorar otras posibilidades son las que le reprochamos a la escuela y la convierte en esa organización tradicional que se anquiloso en el pasado, ahora es la escuela que desde la voz de los estudiantes reclama cambios. Para comprender y esbozar mejor el ahora, en palabras de Serres (2016) los niños, niñas y jóvenes conciben la vida y el mundo de forma diferente, donde ya no habitan el mismo espacio y donde la lengua cambio y la labor mutó. Ese es el mundo que estamos viviendo y es el escenario que la escuela y la sociedad sataniza y se rehúsa a reconocer y a repensar.

Ese cambio que llegó de repente y que tenemos que vivir por que somos parte de esta nueva época, Serres (2016) lo describe ejemplarmente al afirmar “sin que nos diéramos cuenta, nació un nuevo humano, durante un intervalo breve, el que nos separa de los años setenta. Él o ella ya no tiene el mismo cuerpo, la misma esperanza de vida, ya no se comunica de la misma manera, ya no percibe el mismo mundo, ya no vive en la misma naturaleza, ya no habita el mismo espacio”.

Esta nueva era, ese nuevo ser humano, nos invita a reinventar la escuela y a repensar el oficio y el rol del profesor en el aula de clase. Ese docente que, otrora fuera el que acumulaba una serie de conocimientos para transmitir a sus estudiantes, que para tener el control y llamar la atención celebra la prohibición, hoy está siendo confrontado por esa nueva generación y retado por las innovaciones tecnológicas, Oppenheimer (2018) indica “cualquier buscador de internet tiene muchísimos más conocimientos almacenados y puede transmitirlos más rápidamente y con más tiempo y paciencia que un profesor”.

Evidentemente, ese nuevo panorama es un llamado de atención al oficio del profesor y de la escuela, ¡el mundo cambió! Esa escuela tradicional en la que fuimos formados y en la que pretendemos seguir formando, ese sistema escolar tradicional que tiene su génesis en la educación prusiana del siglo XVIII y que aún sigue presente en las aulas del siglo XXI, con alumnos sentados en fila y profesores que lo saben todo, que le temen al diálogo y a la disertación, ese modelo que adoctrinó y sirvió para producir individuos disciplinados para el trabajo y que en muchos casos generó inequidad social, ese modelo está desapareciendo, está en vía de extinción. El aula de clases como la conocemos ha desaparecido.

La tendencia educativa del futuro de acuerdo con Oppenheimer (2018) serán las “clases al revés”, modelo que enfatiza el aprendizaje sobre la enseñanza, es similar al modelo de “educación democrática” que ya existe desde hace varios años y que ha sido implementado por Yaacov Hecht en varias escuelas de Israel, la idea central de esta propuesta es que los niños aprenden mucho más cuando, en lugar de recibir clases cuyo contenido está impuesto desde arriba, se les indaga por su futuro e intereses y a partir de ello se planea y organiza la clase. Evidentemente ese tipo de acciones amerita docentes innovadores, retadores, altamente capacitados y dispuestos a no seguir un currículo rígido, por el contrario, su accionar implicará repensar el currículo, gamificar los pretextos de aprendizajes y adaptarlos a las necesidades e intereses de los niños. Las aulas o espacios de aprendizaje serán escenarios vibrantes e inspiradores.

En esta nueva era, la realidad virtual y los robots con perfil de profesores acelerarán la nueva tendencia en las escuelas. Ahora, los niños, niñas y jóvenes podrán estudiar en sus casas, esa práctica se le conoce como los Home School en donde con el acompañamiento de un adulto y apoyados por software educativo y nuevas tecnologías, los estudiantes exploran experiencias diferentes. En cuanto a las tareas, en algunos de esos nuevos modelos de educación, éstas se realizarán en los colegios con ayuda de los profesores y de sus compañeros, el trabajo colaborativo comienza a cobrar importancia.

En cuanto a las universidades, Oppenheimer (2018) indica que corren el riesgo de volverse irrelevantes en un mundo donde la tecnología avanza tan rápidamente que casi todos los conocimientos “duros” que adquieren los estudiantes son inservibles. En una entrevista de Oppenheimer con Salim Ismail exdirector de innovación de Yahoo! y conferencista de  Singularity University al indagarle por el futuro de la educación terciaria, él le respondió que la tendencia del futuro será hacia el aprendizaje basado en proyectos, se pedirá a los estudiantes que tomen minicursos y desarrollen durante cuatro años un proyecto específico que tenga aplicación real. En este marco Ismail llama la atención a la universidad tradicional al decir que lo más probable es que si este tipo de instituciones no se repiensan desaparecerán, al margen de ello, es probable que surjan nuevas organizaciones como Singularity University o las conferencias TED, que asuman el rol de tutores para este tipo de aprendizajes.

Los programas universitarios presenciales transitarán aceleradamente hacia lo virtual, el auge de los cursos masivos en línea conocidos por sus siglas en inglés como MOOC serán una tendencia importante que le facilitarán la vida a los estudiantes, el crecimiento de carreras online con certificados y diplomas están colocando en riesgo la educación tradicional presencial. La tendencia dice Rafael Reif presidente del Massachusetts Institute of Technology, MIT, en entrevista con Oppenheimer, es que las carreras tradicionales se acabarán. Las universidades se convertirán en una fuente de educación permanente, en lugar de pagar para ir a la universidad cuatro o cinco años y recibir un título, vas a pagar por estar conectado a tu universidad y estar aprendiendo de por vida.

Si bien la labor y el oficio del profesor está cambiando en esta época, aún tenemos una enorme responsabilidad que ni los computadores, ni los robots, ni todos los procesos de automatización, ni la inteligencia artificial podrán reemplazar y es nuestra capacidad de sentir y discernir. Oppenheimer destaca que un estudio de Oxford Martin School[1]  adelantado en el año 2013 pronosticó que en los  próximos años el 47% de los empleos actuales podrían desaparecer a causa de la automatización, no obstante él indica que la mayor parte de los trabajos se darán en diez área genéricas y una de ellas está relacionada con los profesores y maestros, establece que con la creciente automatización en donde robots como el profesor Einstein reemplazarán a muchos docentes, harán falta maestros preescolares y escolares para ayudar a que los niños encuentren su vocación y enseñarles habilidades blandas, como la ética, la empatía, el trabajo en equipo, la persistencia y la tolerancia al fracaso. Como diría Serres (2016) lo blando organiza y federa a aquellos que utilizan lo duro. Por último afirma Oppenheimer, que harán falta profesores universitarios para atender la educación de por vida para cientos de millones de personas.

La escuela y el aula de clase como la conocemos ha desaparecido, todo estará en la nube, allí podrá acceder el que quiera, el lugar físico cobra un sentido diferente, muta, para darle paso a lo que podríamos denominar otros lugares.

Referencias

Bauman, Z. (2003) Modernidad líquida. México: Fondo de Cultura Económica.

Chul Han, B.(2012) La sociedad del cansancio. Barcelona, Herder Editorial, S.L.

Chul Han, B. (2013) La sociedad de la transparencia. Barcelona, Herder Editorial, S.L.

Chul Han, B. (2014) Psicopolitica. Barcelona, Herder Editorial, S.L.

Chul Han, B. (2015) La salvación de lo bello. Barcelona, Herder Editorial, S.L.

Oppenheimer, A. (2018) ¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la  automatización. Bogotá . Debate, Penguin Random House Grupo Editorial, SAS.

Noah Harari, Y. (2015) De animales a dioses. Bogotá. Debate, Penguin Random House Grupo Editorial, SAS.

Serres, M. (2016) Pulgarcita. México DF: Fondo de Cultura Económica.

[1] Centro de investigaciones futuristas fundado en 2005 para que todos los profesores de Oxford pudieran realizar estudios para mejorar el mundo