Ciencias de la Educación

4 de mayo de 2019

El conflicto: ¿amenaza para la convivencia escolar u oportunidad para la formación de ciudadanía? Análisis desde una perspectiva pedagógico-política

Jorge Humberto Rodríguez Casallas

Es bien sabido gracias a los teóricos de la evolución, que, por naturaleza, todas las especias conocidas hasta ahora llevan a cabo una intensa lucha por los recursos que permiten su supervivencia; ya sea por alimento, territorio o pareja, todas las especies se ven embebidas en una dinámica conflictiva que los acompaña a lo largo de su historia evolutiva. El ser humano, sin dudas, no es la excepción a esta regla. Desde los primeros homínidos hasta los humanos modernos, el conflicto intraespecífico es una condición innegable de la condición humana. La naturaleza de estos conflictos por supuesto se ha ido transformando desde una lucha natural por la supervivencia, hasta las más modernas estrategias de conflicto bélico de carácter transnacional. Sin embargo, en medio de estos dos extremos de lo que se podría llamar conflicto, existe un sinfín de categorías y situaciones propias de la interacción social que han permeado todos los escenarios posibles de confluencia humana. En este sentido, los espacios básicos de interacción social como lo son la familia, la escuela y la vida en comunidad no son inmunes a los efectos estructurantes que tiene el conflicto para nuestra especie. Así, tomando como base el escenario escolar, en este texto se pretende argumentar cómo el conflicto siendo un factor inherente a la condición humana, se puede transformar en un catalizador para la formación ciudadana desde las primeras etapas de la formación escolar.

La filósofa y politóloga belga Mouffe (1993) en su famoso libro “El retorno de lo político” hace una defensa férrea de la necesidad del conflicto en todo escenario de confrontación política. A partir de la concepción del agonismo y la transformación del enemigo en adversario, Mouffe (1993) provee un marco conceptual muy claro desde el cual se puede abordar la categoría de conflicto como escenario de construcción y formación política. Al respecto, la autora expresa que “sólo si se reconoce la inevitabilidad intrínseca del antagonismo se puede captar la amplitud de la tarea a la cual debe consagrarse toda política democrática” (Mouffe, 1993, p.13). Así pues, teniendo en cuenta que el escenario escolar es tal vez el espacio primario para la construcción o deconstrucción de lo que se espera sean las concepciones de política, democracia, ciudadanía y libertad, es claro entonces que este espacio de formación debe ser abordado cómo cualquier otro escenario de confrontación democrática.

En este sentido, Soriano (2001), en su texto “Educar en y para el conflicto” define como primer objetivo de esta perspectiva de trabajo

Descubrir la perspectiva positiva del conflicto: Verlo como una forma de transformar la sociedad y las relaciones humanas hacia mayores cotas de justicia. Descubrir que los conflictos son una oportunidad educativa, una oportunidad para aprender a construir otro tipo de relaciones, así como para prepararnos para la vida, aprendiendo a hacer valer y respetar nuestros derechos de una manera noviolenta(sic) (p.2)

Así, teniendo en cuenta esta perspectiva se transita desde la vana idea de querer abolir el conflicto de los escenarios escolares, para más bien convertir estos en caldos de cultivo donde a partir del abordaje serio de las situaciones conflictivas propias de la vida en la escuela, se puedan construir propuestas viables de educación para la paz, la libertad y la democracia. Lo anterior, es indudablemente una apuesta pedagógico-política radical que hace frente a la concepción minimalista de querer acallar las voces del conflicto que emergen en las aulas y que por décadas han categorizado las situaciones de divergencia conflictiva como situaciones deleznables que atentan contra la sana convivencia y los valores esperados en un escenario de formación escolar.

Así pues, reconocer en el conflicto una oportunidad de formación representaría el primer paso para la construcción de una estructura escolar que dé cabida al diálogo y a la argumentación crítica como medios de solución a situaciones conflictivas entre los miembros de una comunidad educativa. Al respecto, los maestros Escobar Triana y Ovalle, siguiendo los postulados de Maliandi, expresan que

Todas las posiciones que amparen valores, principios o derechos presentes en la mesa de diálogo, son argumentativas. Por tanto, mediante el discurso se alude al intercambio dialógico de argumentos “que exige recurrir, en casos de conflicto de intereses, a “discursos prácticos” (intercambios dialógicos de argumentos en busca de consenso de todos los afectados por la acción que se acuerde realizar)” (Escobar Triana y Ovalle, 2014, p.30)

De igual forma los autores concluyen que “la argumentación rechaza posturas dogmáticas o excluyentes, porque se recurre al diálogo e intercambio de argumentos. Lo que opera es una actividad crítica, que admite, sin embargo, que la argumentación es una instancia innegable” (Escobar Triana y Ovalle, 2014, p.30).

He aquí entonces la labor primordial del maestro si lo que se quiere es formar una cultura de paz en la que se reconozca el conflicto como condición inherente de la interacción en comunidad. Esta labor pedagógica es entonces una ardua tarea por la formación de ciudadanos críticos consigo mismos, con sus pares y su entorno, de tal manera que con una postura argumentativa y reflexiva puedan llegar a establecer agonismos dialógicos que les permitan reconocer en el otro, un sujeto de derechos con el cual se puede interpelar y discutir de manera no violenta las situaciones propias de su entorno escolar.

Así pues, desde esta perspectiva, el conflicto se escinde como un recurso pedagógico al cual los maestros pueden y deben recurrir en el proceso de formación ciudadana que es transversal a todos los escenarios educativos en los distintos niveles de formación. Esto, además de representar un cambio de paradigma frente a cómo se abordan las situaciones conflictivas en el entorno escolar, se convierte en un campo de trabajo pedagógico que le permitiría al docente explorar nuevas formas de abordar las estrategias de acompañamiento personal y grupal en aras de una formación ética y política, pero sobre todo democrática.

_____________________________

Referencias bibliográficas

Cascón Soriano, P. (2001). Educar en y para el conflicto. Barcelona: Cátedra para la paz y los derechos Humanos. UNESCO. Universidad Autónoma de Barcelona.

Escobar Triana, J., & Ovalle Gómez, C. (2014). Fundamentos bioéticos para pensar el conflicto. Revista Colombiana de Bioética, 9(2), 28-34.

Mouffe, C. (1993). El retorno de lo político. Comunidad, ciudadanía, democracia radical. Barcelona: Paidos.