4 de mayo de 2019
Construir paz más allá de la escuela
Gina Alejandra Caicedo B.
Después de más de 60 años de conflicto armado se presenta para Colombia la oportunidad de construir una paz estable y duradera, una paz que no solo es la ausencia de la confrontación armada, sino que también es la posibilidad de reconstruir aquello que la guerra directa o indirectamente nos arrebató: la esperanza, la confianza, el sentido de lo comunitario, el sentido de futuro, e incluso algunos dirían, el sentido de lo humano.
En esta construcción, la educación cobra un papel fundamental, pues bien podríamos decir que desde el acceso o el no acceso, pasando por la calidad, hasta el silencio, la indiferencia, lo que se calla o lo que se dice, la educación de algunas maneras ha cohonestado con la violencia de nuestro país, pues entonces
“no creemos, (…), ser exagerados al afirmar que si no utilizamos la educación para lo que se inventó, es decir, para formar ciudadanos, y si no los formamos con base en principios y valores para la convivencia, nos hemos “rajado” en educación y en pedagogía, así estemos diseñando ya estudios científicos en educación.” (Hoyos Vásquez, 2010, p.3)
Pero específicamente ¿qué se puede hacer desde la educación para construir paz? en verdad, no existe una receta o un paso a paso que se pueda seguir para la construcción de paz, pues al igual que los conflictos, la paz o mejor, las paces[1] se construyen de manera contextualizada, con los actores implicados y reconociendo los factores que inciden de manera directa e indirecta. Sin embargo, es posible reconocer tres elementos recurrentes en las apuestas de educación para la paz en países que han sufrido confrontación armada:
El primer elemento hace referencia a la reconstrucción de la memoria histórica para la comprensión del conflicto. Esta reconstrucción involucra un ejercicio de reconocimiento de las múltiples voces que han estado comprometidas en la confrontación, implica conocer los motivos, las versiones, o como lo plantea el Centro de Memoria Histórica (2018), implica poner en diálogo las memorias: individual, colectiva e histórica, en el ánimo de evitar sesgos, y reconstruir de la manera más objetiva posible lo que aconteció. “Si la memoria es una fuente de odios, obviamente es dañina, pero si logra transformarse, asumiéndola en todo su peso, en todo su dolor y en todas sus preguntas, se la puede resignificar y convertirla en un relato de comprensión.” (De Roux, 2017)
El segundo elemento se refiere a la construcción de apuestas pedagógicas y en muchos casos comunitarias, que a partir de los lenguajes expresivos, reconocen y resignifican la experiencia personal y colectiva de manera legítima. Estas apuestas, tomando distancia de lo moral, le brindan un lugar a la expresión desde un lenguaje no verbal, lo cual está atravesado por un trabajo de reconocimiento de la individualidad, de las emociones (desde la alegría hasta la ira).
Y finalmente, como tercer elemento se encuentran las estrategias para la resolución de conflictos. Frente a este punto se han planteado infinidad de estrategias que van desde formar y distinguir entre el diálogo y el debate, pasando por los dilemas morales hasta las rutas de convivencia escolar para el caso de Colombia. Todas estas estrategias son válidas y valiosas, sin embargo, es necesario continuar avanzando en la tarea de dejar de asumir los conflictos[2] como eventos aislados que tienen soluciones que parecieran mágicas e inmediatas, esto quiere decir que es necesario identificar y comprender las causas profundas (tanto cognitivas como emocionales) de los conflictos, y desde allí buscar soluciones que no atiendan solo al síntoma, sino que atiendan a lo que está de fondo, lo que está ocasionando dicho síntoma[3].
Para terminar, me resta por decir que considero que si tuviéramos la plena confianza de que no vamos a ser violentados, podríamos trazarnos objetivos a largo plazo, objetivos que no estén relacionados con la supervivencia individual, y quizás por esta línea podríamos empezar a plantearnos nuevamente la idea de pensarnos y plantearnos objetivos que partan de lo comunitario, en donde prime el bien común, y el mejor para todos.
____________________
Referencias
Centro Nacional de Memoria Histórica (2018), Los caminos de la memoria histórica, Bogotá, CNMH.
De Roux (2017). ‘Es imposible construir una nación solo entre buenos: De Roux’. Recuperado de https://www.eltiempo.com/politica/proceso-de-paz/entrevista-con-el-padre-francisco-de-roux-sobre-el-papel-de-la-comision-de-la-verdad-216780
_______________________
[1] Se acuña la – de Grabe (2005), en donde siguiendo la línea de Galtung se plantea que paz no es una paz sino muchas paces.
[2] Especialmente aquellos que se resuelven haciendo uso de la violencia en cualquiera de sus manifestaciones.
[3] Cabe aclarar que la autora de este texto reconoce que las dinámicas institucionales pueden incidir de manera directa en que esto se pueda llevar a cabo.