Ciencias de la Educación

28 de noviembre de 2017

Continuación: Caminos y generaciones de paz

Mi nombre es Maye, soy la mayor de tres hermanos, tengo 17 años y soy estudiante del colegio Antonio García.

Continuamos con los apartes del libro Caminos y generaciones de paz, pró, del profesor Wilson Muñoz Galindo y el colectivo: Caminos y generación de Paz. En esta ocasión con el relato de Maye.

Maye

Mi nombre es Maye, soy la mayor de tres hermanos, tengo 17 años y soy estudiante del colegio Antonio García.

Nací en Bogotá, pero a los tres o cuatro años me llevaron a vivir a Vergara, dónde mi papá trabajaba y mi abuelita tenía una finca. Mi papá hacía de todo. Trabajaba en el campo sembrando y eso y también en la construcción. Su profesión es en la construcción.

Mis papás trabajaban y no me dedicaban tiempo y yo, pues, la verdad, me defendía sola. Porque además en eso mi hermano nació y yo lo cuidaba. Entonces yo como que lo saqué adelante cuando era muy pequeño, porque mi mamá no estaba.

A la edad de 6 años fue que nos fuimos para Sabanalarga. En el llano entraron los narcotraficantes y había que seguirles su ley. Tenía que trabajar y hacer lo que ellos quisieran. Mi papá dice que él prefirió irse del pueblo porque yo estaba muy pequeña y era mejor no correr ningún riesgo. Mi papá era muy amigo de un narcotraficante que estaba metido en problemas y por eso decidió irse.

A mis papás no les gusta mucho hablar del tema, por eso no conozco muy bien la historia. Después de vivir un tiempo en Sabanalarga nos fuimos para Monterrey y luego a Bogotá, donde llevamos ocho años.

En Sabanalarga yo era una muchacha muy activa, me gustaban los deportes y ocupaba el primer puesto en los años que cursé allá. Me gustan las matemáticas, siempre me han gustado, aunque a veces no pongo mucha atención sé mucho del tema. Cuando mi papá se sintió obligado a dejar Sabanalarga yo no sabía si venirme o no. Tenía como nostalgia porque ya llevábamos unos años allá y dejamos una parte de la familia, una tía y unos primos. Mi tía tuvo un tumor en la cabeza que la dejó ciega. Los médicos y los hospitales son muy malos allá y ella perdió la vista porque no tuvo quien la ayudara.

Cuando llegamos a Bogotá entré al CODES, que es un colegio de La Estrella. Entré a cursar cuarto. El espacio era muy reducido, casi no había actividad física y de vez en cuando teníamos educación física, era el único momento cuando tenía espacio y movimiento para el cuerpo. En ese colegio no me fue muy bien. Era muy básico, aunque también era la actitud mía, porque casi no le ponía atención al estudio. No quería estudiar allá. Luego mi mamá oyó que iban a abrir un colegio cerca a donde vivimos y entonces entré al Antonio García.

Por una parte estoy contenta de vivir aquí; porque allá no hay tantas posibilidades  para el estudio como hay aquí. En las escuelas uno sale ya preparado para ponerse a trabajar y es muy limitado por el espacio y todo lo que se encuentra allí. Me parece que en la ciudad es más fácil estudiar porque hay varias universidades y además se encuentra el SENA y para mi eso es algo muy favorable porque nosotros no tenemos.

Sin embargo no fue fácil al principio, porque uno llega nuevo, sin conocer a nadie, aunque aquí vive una parte de la familia. Entonces era como que si y como que no. Entonces tiene su lado bueno y su lado malo, como todas las cosas; pero ya uno con el tiempo se va adaptando y entra en la razón de que eso es y ya. Aunque la ciudad trae un trajín muy pesado y muy cotidiano, entonces no hay casi forma en que uno pueda salir de ese cotidiano.

Estoy muy contenta en el Antonio García, porque tiene unas sedes muy buenas y tengo un muy buen contacto con los profesores. A veces ellos lo ayudan a uno a enfrentar sus problemas.

En Caminos de Paz hay distintas cosas que uno puede ver y enterarse, más o menos cómo fue la historia de nuestro país. También contamos con algunas personas que están trabajando en sicología y cuando hablamos sobre la autoestima y esas cosas me parece muy chévere. Le doy gracias a Dios por tenerme donde estoy, porque gracias a él estoy acá y la vida sigue aunque tenga problemas, pero hay que enfrentarlos y la ayuda más importante es la de Dios