Ciencias de la Educación

9 de marzo de 2020

EDUCAR PARA LA PAZ DESDE UNA FORMACIÓN FILOSÓFICA

Laurent Camilo Malagón Hernández 

  1. Introducción

En este ensayo busco reflexionar sobre el rol que tengo como educador frente a la ‘paz’ (como anhelo social) y a la ‘educación para la paz’ (como proyecto pedagógico). A manera de hipótesis, y desde mi quehacer como docente de filosofía, ética y otras áreas afines a las recientes ‘competencias ciudadanas’, planteo que una formación desde la filosofía debe brindarle al estudiante la capacidad de desarrollar un pensamiento crítico autónomo que le permita analizar y comprender el decurso histórico que ha tenido Colombia en materia de conflictos desde su fundación como nación. Desde esta perspectiva histórica, para Díaz (1993), la formación en ciudadanía no puede limitarse solamente al propio país, sino también hacia la región y el mundo. Por otra parte, este estilo de educación debe brindar también la posibilidad de que los estudiantes analicen las diversas posturas ideológicas y políticas que tienen los diferentes actores de un determinado conflicto. Así mismo, desde el ámbito local, la escuela debe fortalecer la capacidad racional y dialógica para que los estudiantes aprendan a mediar y solucionar pacíficamente los conflictos entre sí.

  1. Filosofía y educación para la paz

¿Cómo contribuiría la ‘filosofía’ a una formación para la ‘paz’? Esta pregunta me la he hecho recientemente como educador y como estudiante de maestría que está adelantando una tesis sobre las dificultades de enseñar la ciencia filosófica en un colegio de educación popular. A pesar de que la filosofía sea una ciencia humana que trata asuntos intelectuales muy abstractos, etéreos y con un lenguaje muy especializado –y ajeno al común de las personas–, no puede estar deslindada del contexto y la realidad de los estudiantes. Por consiguiente, desde mis clases recientes en la I.E Soacha para vivir mejor: Fe y Alegría, intento brindar una contextualización de las posturas filosóficas con diversas situaciones del contexto social inmediato de los estudiantes o con problemáticas del mundo moderno que los estudiantes puedan entender.

De acuerdo con la Guía pedagógica para la convivencia escolar, “(…) la formación para el ejercicio de la ciudadanía constituye la herramienta fundamental para formar a las ciudadanas y ciudadanos que el país necesita” (MEN, 2014, p. 5).  En este orden de ideas, una formación filosófica aportaría a este ejercicio de construcción ciudadana las herramientas para que el estudiante pueda apropiarse de unos conceptos disciplinares básicos y de unas herramientas intelectuales que le permitan debatir y disentir con el otro. Ese sería, pues, el ideal de la enseñanza de la Filosofía en la educación básica: promover una herramienta de comprensión de lo que acaece en torno a los conflictos, la guerra y la paz, pero también una forma de solucionar los inconvenientes domésticos del aula.

De esta manera, una forma efectiva de alcanzar la anhelada paz –o la eirene griega que tiene una connotación de armonía mental, interior y espiritual (Díaz, 1993, p. 17)–, en primera instancia, es reconociendo también en el ‘otro’ un interlocutor válido. Algunos conflictos entre personas o grupos sociales se originan debido a que se minimiza al ‘otro’ y no se le reconoce sus derechos, necesidades o reivindicaciones sociales. En este sentido,

la educación para la paz puede contribuir a este propósito, apoyando la formación de ciudadanos activos, que puedan comprenderse como sujetos políticos, cuyas acciones u omisiones puedan generar cambios positivos en la sociedad; que se involucren activamente en la transformación de sus contextos por medios pacíficos y democráticos; y que puedan proponer, diseñar y llevar a cabo proyectos para generar dichos impactos y transformación (MEN, 2017, pp. 18-19).

De acuerdo con la cita anterior, puede inferirse, entonces, que la filosofía podría ayudar a la contribución del propósito que se anhela desde una ‘educación para la paz’, y que se contemplan desde los documentos pedagógicos expedidos por el MEN: la formación de sujetos políticos que se involucren en el desarrollo y transformación de sus contextos. Sin embargo, desde mi experiencia docente en un contexto de educación popular, puede decirse que, debido a las dinámicas de la sociedad actual, muchos estudiantes llegan a la escuela con un bagaje familiar y social de conflictos. La falta de oportunidades y violencia intrafamiliar, hace que la escuela y el aula de clase sean un receptáculo de múltiples problemas que los estudiantes exteriorizan en la convivencia diaria con sus pares y maestros. Esta coyuntura hace imposible la enseñanza y el aprendizaje efectivos, no sólo de la filosofía, sino de cualquier área del conocimiento. En este sentido, la escuela y los maestros se han vuelto como una “esponja” que absorbe todo ese cúmulo de problemáticas, que a su vez son el reflejo fiel de lo que Colombia ha sido como país: una nación de desigualdad e inequidad en lo social y lo económico, donde muy pocos tienen el privilegio de acceder a una real educación de ‘calidad’. En medio de estas contingencias de la vulneración de Derechos Humanos fundamentales, he tenido que desempeñar mi labor como docente, en el marco de las precariedades sociales, económicas, espirituales y familiares de gran parte de mis estudiantes. De acuerdo con Díaz (1993),

la temática y la perspectiva de los derechos humanos, tan violados diariamente en nuestros países, deberían formar parte de toda educación ciudadana moderna, de modo que comencemos por respetar los derechos ajenos si queremos ver respetados los nuestros (p. 177).

En síntesis, después de haber expuesto los inconvenientes que se presentan en los contextos educativos de educación popular, puede decirse también que una educación filosófica debe abogar por la formación en los Derechos Humanos. Desde mi experiencia personal he enseñado este tema desde la Filosofía y las áreas relacionadas con las ‘competencias ciudadanas’ (para el caso de Fe y Alegría, el ambiente de aprendizaje C.C.R.P: ciudadanías para la convivencia, la reconciliación y la paz). Este tema debe ser transversal a todas las áreas del conocimiento puesto que los Derechos Humanos permean no sólo lo social y humanístico, también todo lo relacionado con lo científico, tecnológico y lo artístico, entre otros. Por otra parte, desde la educación preescolar, básica y media debe hacerse vivencial el ejercicio de los Derechos Humanos entre nuestros estudiantes, pues la escuela es el primer espacio de socialización donde ellos establecen vínculos sociales con sus pares, y jerárquicos y “políticos” entre sus pares, maestros y directivos docentes. En este primer ámbito de socialización, susceptible a la manifestación de todo tipo de conflictos, el estudiante debe ser capaz de mediar y solucionarlos desde una perspectiva dialógica y asertiva. Y la filosofía puede ser una herramienta para tal fin en términos de brindar una cultura ilustrada y pacifista a los niños, niñas y jóvenes que tienen latente el conflicto en su ser.

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Referencias

Diaz, J. (1993). El recorrido de la paz en La paz tarea de todos. Bogotá, Colombia: CODECAL.

Ministerio de Educación Nacional. (2014). Guías pedagógicas para la convivencia escolar #49. Descargado de: https://aprende.colombiaaprende.edu.co/sites/default/files/naspublic/Guia%20No.%2049.pdf

Ministerio de Educación Nacional  (2017). Orientaciones generales para la implementación de la cátedra de la paz en los establecimientos educativos de preescolar, básica y media de Colombia. Descargado de: https://aprende.colombiaaprende.edu.co/ckfinder/userfiles/files/orientacionesedupaz.pdf