Ciencias de la Educación

25 de septiembre de 2018

Lectura y escritura: una práctica liberadora y democrática

Johanna Escandón

Durante décadas, Colombia ha sido escenario de diversas situaciones en las que se hace evidente la enorme crisis democrática y política por la que atraviesa nuestra sociedad. Por ejemplo, las comunidades menos favorecidas son vulneradas en sus derechos más básicos, las jornadas electorales son manipuladas por las clases políticas hegemónicas y los ciudadanos son despojados de su poder como sufragantes, perdiendo todo criterio para elegir a sus gobernantes; además, gracias a la rápida circulación de la información en las redes sociales, las noticias falsas son prontamente dadas por verdades sin el mínimo de reflexión que estas requieren.

Esta situación, devela que la cultura escrita fue por mucho tiempo un privilegio de las elites, pues “la lectura y la escritura están distribuidas de manera inequitativa en las sociedades” (Pérez, 2004, p. 74). De acuerdo a esto, la cultura escrita ha estado al margen de las clases menos favorecidas, y el sistema educativo no ha sido lo suficientemente contundente para permear estos contextos desde el principio de equidad y justicia social. En otras palabras, hemos tenido una educación pobre para pobres.

Así entonces, se desconoce que la lectura y la escritura son construcciones y prácticas sociales que nos han permitido a los seres humanos apropiarnos del mundo y transcender en el tiempo y en el espacio. Por ello, las prácticas de lectura y escritura son condiciones indispensables para la formación ciudadana y democrática. Al respecto Pérez (2004) considera que “leer y escribir son casi condiciones de supervivencia” (p.78).

Cuando los niños ingresan al sistema escolar la lectura y la escritura son presentadas como practicas lejanas de la cultura y la sociedad. En este sentido, el aprender a leer y a escribir se convierte en un acto mecánico, memorístico y descontextualizado, logrando así que los niños establezcan una relación con la lengua escrita netamente rutinizada al servicio de la codificación y decodificación de símbolos y grafías.

Bajo este panorama, la construcción de ciudadanía se hace inalcanzable cuando las prácticas de enseñanza persisten en la técnica, y el proceso lectoescritor se convierte en un instrumento de control-evaluador que impide que los niños construyan desde su sentir y su experiencia un nivel satisfactorio y placentero con la lectura y la escritura. Así como lo señala Pérez (2004) “se escribe para demostrar que se leyó, se escribe para demostrar que se sabe escribir” (p.78).

Por lo anterior, para la construcción de una sociedad con valores democráticos y ciudadanos,  es necesario  que los individuos  sean conscientes de sus derechos y tengan una postura crítica y reflexiva frente a las condiciones impuestas por el mundo de hoy desde el poder de la palabra, teniendo en cuenta que los sujetos se constituyen “en, y desde el lenguaje” (MEN, 1998, p.46). En este sentido, alcanzar una sociedad justa, democrática y ciudadana es una responsabilidad social y política para nosotros, los maestros, de incalculables dimensiones (López, 2013).

Desde mi opinión, cuando Pérez (2004) habla de un proyecto político alrededor de los procesos de enseñanza – aprendizaje de la lectura y la escritura, es indispensable que los maestros reflexionemos críticamente alrededor de la sociedad que queremos construir, una sociedad que tenga las herramientas intelectuales que se oponga activamente a las condiciones de injusticia, inequidad y pobreza que han perdurado por siglos en nuestro país. Escribiendo estas líneas, evoco el pensamiento de Paulo Freire, en el que se hizo evidente el anhelo de construir una sociedad justa y libre, a través de la palabra. Para Freire el proceso alfabetizador no se limitaba solamente a enseñar a leer y a escribir, sino educar. De este modo, educar desde una pedagogía liberadora consiste principalmente en crear en el individuo una continua crítica frente a su realidad, lo cual permite que “el educando comprenda el estado de opresión en el que se encuentra sumido; así, paulatinamente las personas adquieren conciencia y comprenden que esa situación puede ser modificada de manera favorable a sus intereses.” (Bórquez, 2006, p. 146).

Por lo anterior, el proceso de alfabetización propuesto por Freire, nos abre caminos al considerar que la alfabetización trasciende más allá de la enseñanza de las primeras letras, pues la lectura y la escritura desde esta perspectiva, se configuran como actos políticos de concientización y liberación que lleva a los oprimidos a leer más que palabras sueltas, consiste entonces en la “lectura del contexto, la lectura del mundo” (Carbonell, 2015, p. 67).

Igualmente, al contemplar la lectura y la escritura como un proyecto político, implica transformar las prácticas pedagógicas para que las escuelas se consoliden en esferas democráticas, en las que a través de la palabra escrita los niños tengan la oportunidad de intercambiar realidades y experiencias en una práctica negociada que les permita transformar su realidad. Frente a esto Giroux & McLaren afirman que “El lenguaje, en este caso, no se conceptualiza como una ventana trasparente hacia el mundo, sino más bien como un medio simbólico que activamente refracta, conforma y transforma el mundo” (p.22).

De otro lado, y de acuerdo a mi experiencia basada en mi quehacer pedagógico,  considero que la enseñanza de la lectura y la escritura requiere pensar más allá de la didáctica y de las estrategias que nos permiten acercar a los niños a la lengua escrita. Así pues, desde las concepciones y la óptica pedagógica, los maestros tenemos el deber de abrir espacios de reflexión y de discusión en los que se pongan de manifiesto las diferentes posibilidades de abordar la lectura y la escritura como proyectos de vida enmarcados desde una cultura democrática, política y ciudadana.  En este sentido, Pérez (2004), considera que es primordial problematizar permanentemente la enseñanza de la lectura y la escritura, con el fin de poner al descubierto las concepciones e intercambiar experiencias para transformar la enseñanza.

En consecuencia, construir un proyecto político que abarque  la lectura y la escritura como una condición indispensable en la vida social y ciudadana, requiere que desde las aulas los maestros tomemos partido de la situación desde el campo investigativo, con el fin de encontrar alternativas que nos permitan, desde el lenguaje, superar la crisis democrática y ciudadana de nuestra sociedad. De acuerdo a esto, Freire consideraba que “se trata de una educación que necesita tanto de formación técnica, científica y profesional como de sueños y utopías” (Carbonell, 2005, p. 66).

Por ello, es importante que desde nuestras acciones pedagógicamente intencionadas, los niños reconozcan la función social de la lengua escrita como patrimonio de la cultura y condición fundamental para la emancipación de los ciudadanos y la construcción del país que todos soñamos.

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REFERENCIAS

Bórquez, B.R. (2006). Pedagogía crítica. México: Trillas.

Carbonell. J. (2015). Pedagogías del siglo XXl. Barcelona. Octaedro.

Giroux, H. & McLaren, P. (1997). Escritos desde los márgenes: geografías de identidad, pedagogía y poder. En McLaren, P. Multiculturalismo revolucionario: pedagogías de disensión para el nuevo milenio (pp. 17 -42). México. Siglo XXI.

López, Y, (2013). El placer de la lectura y la escritura en la escuela. En Leer para comprender, escribir para transformar (pp. 15 -25). Bogotá: Ministerio de Educación Nacional.  Nomos.

MEN, (1998). Lineamientos Curriculares para lengua castellana. Bogotá. Delfín.

Pérez, M. (2004). Leer, escribir, participar: un reto para la escuela, una condición para la política. Conferencia presentada en el Congreso Nacional de Lectura – FUNDALECTURA.