Ciencias de la Educación

26 de octubre de 2019

Observando el mundo desde la selva

Andrea Milena Navarro Torres

Resumen

El distanciamiento de los pueblos de la selva colombiana podría constituir un factor determinante en los desempeños que los estudiantes de dichos territorios evidencian en pruebas estandarizadas, sin embargo, son esta y otras muchas particularidades de estos territorios, las que ofrecen un sinnúmero de posibilidades para enseñar y para aprender que pueden ser aprovechadas en la medida en que se fortalezcan las competencias para la investigación, la gestión de la información y el trabajo en equipo.

Palabras claves: Trabajo colaborativo, saberes propios, diálogo de saberes

 

Alan Toffler (1981) instala dentro de su argumentación el neologismo “prosumidor” con el fin de demostrar ese fenómeno de “reconfiguración” del rol de los individuos, no solo en la economía de mercado, sino en el fluir de nuevos signos, señales, símbolos, conceptos, ideas y relaciones; sí desde mucho tiempo antes de la explosión suscitada por la Internet y las redes sociales, teóricos como él anunciaban el advenimiento de un mundo plagado de novedades, fácil de intuir, pero de difícil descripción en esa época, es imaginable la enorme necesidad que representa el día de hoy estar vinculado a estos lenguajes y emplearlos, no solo en la didáctica, sino en el currículo mismo.

Una experiencia significativa al respecto es la que se desarrolla desde hace 9 años en la I.E. La Primavera del municipio de Inírida, departamento del Guainía, a través del área de Humanidades en los grados 9º a 11º, espacio pensado dentro del currículo para fortalecer competencias específicas en gestión de información, implementación del método científico y trabajo en equipo. Dicha experiencia, se basa en la metodología del trabajo colaborativo y aborda temas como el conservacionismo, el totemismo, la etnoastronomía, la tenencia responsable de mascotas, la seguridad alimentaria y la gastronomía tradicional indígena… es observar el mundo desde la selva. En este orden de ideas, el trabajo apoyado en proyectos, da cuenta de posibilidades metodológicas y didácticas que a la vez que fortalecen competencias del estudiante en tanto ciudadano, facilitan el diálogo entre lenguas y pensamientos, costumbres y discursos, ideas y cosmovisiones, factores de innegable urgencia en nuestra patria.

El sostenimiento en el tiempo de dichos proyectos depende en gran medida del compromiso de actualización que tiene el docente: aprovechar la llamada “convergencia” teorizada por Henry Jenkins, la posibilidad tecnológica que reúne varios medios y modos de comunicación, con el fin de provocar también cambios a nivel del pensamiento, no solo debe ser un viraje tecnológico, debe ayudarnos a moldear nuestro conocimiento y debe procurarse, ya en el campo de lo político, que dichas posibilidades lleguen por igual a toda la población. Para esto necesario comprender que el cambio no se da de las políticas educativas hacia abajo, un docente mueve el mundo desde su aula, dispone de ingenio para compartir el mundo con sus estudiantes y aventurarse a ir más allá y tocar el velo de la verdad, como en la epifanía de Giordano Bruno: la experiencia de trabajo de estos años, vinculando las nuevas tecnologías y los saberes locales, ha contribuido en la destrucción de paradigmas respecto al enseñar, el aprender y el evaluar, y en la visibilización de la riqueza en la producción de conocimiento que hicieron las comunidades indígenas antes de la colonización y la evangelización y que funciona en la cotidianidad, incluso de los mestizos en todas las zonas habitadas del Guainía.

No es el objeto de estudio o la mirada disciplinar lo que determina la demarcación entre ciencia y otras actividades intelectuales, sino la utilización de un determinado método: ¿Cuál es el método aplicado entonces en cuanto al conocimiento elaborado por los pueblos indígenas?, ¿Quién lo valida o lo desvirtúa?, ¿Quién decide los límites cognoscitivos del mito o el rito, por ejemplo? Como docente mestizo es obvio dar cuenta que, a pesar de la formación marcadamente científica, hay conocimientos particulares que funcionan dentro del contexto, cuya lógica se escapa a la que se aprendió en la universidad, que no surge de improvisación o cábala: obedece a procesos de observación del entorno, de categorización de experiencias, de sistematización, fruto de la interacción, de la polifonía, en fin, de un sinnúmero de variables que se hace imposible “parcelarlas”, que incluso a veces son difíciles de explicar porque traspasan lo académico y se meten en las entrañas de lo personal, de lo individual, transforman a los actores y los llenan de elementos para la reconstrucción del lenguaje y para la comprensión de su dinámica y posibilidades.