23 de abril de 2018
Promover la lectura, un ejercicio para la emoción
Leer es una de las actividades que mayor cantidad de emociones produce en el ser humano. Se lee para divertirse, informarse, distraerse, para realizar trabajos académicos, para descubrir la historia y conocer otras culturas, y estas son tan solo unas pocas intenciones, de la interminable lista de propósitos de la lectura. Pero la cercanía con la lectura es una experiencia que debe trascender el aula, que debe cautivar la vida en medio de las condiciones de cada entorno.
“Cuando leemos nos encontramos poderosamente atraídos hacia posibilidades de ser y promesas de existencia. Se dibuja un trasfondo, se abren puertas y ventanas en lo ordinario de los días, se despierta el deseo, se modifica la mirada…”
MARIELLE MACÉ
Lidia Valencia Rusinque
Leer es una de las actividades que mayor cantidad de emociones produce en el ser humano. Se lee para divertirse, informarse, distraerse, para realizar trabajos académicos, para descubrir la historia y conocer otras culturas, y estas son tan solo unas pocas intenciones, de la interminable lista de propósitos de la lectura. Pero la cercanía con la lectura es una experiencia que debe trascender el aula, que debe cautivar la vida en medio de las condiciones de cada entorno.
Cuando de estrategias de promoción lectora hablamos, son muchas las posibilidades que se pueden citar, y generalmente basadas en actividades cotidianas, que no requieren de la presencia o necesidad de elementos exclusivos. En Calcuta, se reúnen los empleados que salen de la oficina, los comerciantes y profesores para leer y escribir poesía, al igual que en Moscú, en donde se llevan conciertos y poemas a los cafés para los jóvenes exhaustos de la televisión y los juegos divertidos de salón. También los “anticonformistas” lectores italianos, quienes sin importar si se tiene corta o amplia edad, visten sus camisetas distintivas y corren tras la oportunidad de leer unos versos, unas líneas que hinchen sus almas, que les permita volar, soñar (Petit, 2015). Todos ellos mediadores que sin proponerse un plan estratégico van contagiando a todo aquel que encuentran a su paso, de la emoción de la lectura.
Los mediadores de la lectura no son seres extraordinarios ni traídos de otro mundo, son personas que con “su reflexión singular, su propia creatividad, hacen de la lectura un arte profundamente vivo” (Petit, 2015, p.105). Son muchas las personas que sin estar al interior de un aula de clase han incitado a otros a leer, a explorar el mundo a través de las letras, tal es el caso de Consuelo Marín, la colombiana citada por Petit (2015), quien con un grupo de compañeros dispusieron una biblioteca sencilla para leerles a niños víctimas de la guerra en Medellín. Y por qué no citar a los muchos maestros quienes a lo largo y ancho de nuestra amada Colombia, llevan a sus estudiantes bajo frondosos árboles, allí donde la naturaleza expele sus perfumes, allí donde pueden adentrarse en las páginas de maravillosas historias que hablan de infinitos, de amores y desamores, de encuentros y desencuentros, de mundos posibles y encantados que superan las barreras de la violencia y del miedo.
Son numerosas y variadas las posibilidades de promoción lectora que durante las últimas décadas han sido llevadas a la práctica. Desde llevar libros en un burro en la costa colombiana, para compartirlos con los niños más necesitados y alejados de las zonas pobladas, como sucede con el Biblioburro del profesor Luis Soriano, hasta desplazar bibliotecas por el río Amazonas para ofrecer lecturas en la zona ribereña brasileña. Hay triciclotecas, cajas y maletas viajeras que a lo largo y ancho del mundo van por campos y pueblos buscando lectores que quieran capturar los libros que a su interior se encuentran. (De Souza, 2016)
Resulta fascinante el mundo de la lectura, ese que nos atrapa, nos somete. Pero no es conveniente pensar que podemos “capturar” lectores, se trata, en palabras de Petit (2001), de “reconciliar” a los jóvenes, a los adultos, a todo el que podamos con esa magia extasiante de leer. Un leer que aunque se condense en el cuerpo flotante de los libros, está presente en cada gesto, cada palabra, cada mensaje, y en todas aquellas formas nuevas que han permitido que la humanidad se comunique instantáneamente.
Así que promover la lectura es una cuestión de contagiar a otros de ese algo que amamos, que nos gusta, que nos atrae. Solo en esta medida podremos transmitir el mensaje, ya sea desde el aula, el hogar, la comunidad, o cualquier otro espacio.
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Referencias
- De Sousa Siqueira, T.G. (2016).Lectura, Biblioteca e Inclusión Social. Información, Cultura y Sociedad.
- Petit, M. (2015). Leer el mundo. Experiencias actuales de transmisión cultural. Fondo de Cultura Económica. Argentina.
- Petit, M. (2001). Lecturas: del espacio íntimo al espacio público. Fondo de Cultura Económica. México.