Ciencias de la Educación

13 de noviembre de 2020

Proxémica en tiempos modernos del aula

Andrés Novoa Martínez

      ¿Es posible enseñar en la sociedad del conocimiento en una escuela que mantiene una estructuración en disciplinas estancadas, impartidas en períodos de tiempo cerrados, en aulas que siguen organizadas en filas y columnas? Es una buena pregunta si se mira desde diferentes perspectivas que faciliten una mayor aprehensión frente a lo que representa una estructuración en disciplinas estancas, impartidas en períodos de tiempo cerrados, siguiendo el orden proxémico y tradicional de mantener el aula ordenada en filas y columnas. Pero más que en el tiempo, quiero enfocarme en la organización espacial del aula.

En primera instancia, vamos a mirar en sentido semi estricto el significado de la palabra proxémica y sus respectivas diferenciaciones comunicativas en cuanto a la distancia (y más en el aula que nos compete como docentes), para facilitar las relaciones intersubjetivas que fluyen en un grupo como lo aduce Davis (1982):

Distancia íntima: entre 15 y 45 centímetros. Se utiliza para acciones afectivas, confidenciales o agresivas, siendo el único caso en que participan de manera íntegra y vital los cinco sentidos dentro de la comunicación.

Distancia personal: entre 46 y 120 centímetros, generalmente utilizada en relaciones laborales, conversaciones entre conocidos o reuniones, aunque en ocasiones se puede presentar con personas extrañas en los medios de transporte o en sitios públicos, principalmente en las filas, usando la vista el oído y el olfato en el marco de la comunicación.

Distancia social: entre 120 y 360 centímetros, utilizada en espacios colectivos con personas desconocidas.

Distancia pública: tiene lugar a más de 360 centímetros sin ningún límite. Se utiliza para dirigirse a un grupo grande de personas  y requiere el uso de un tono alto de voz, o en un gran espacio, generalmente abierto, donde cada uno interactúa de manera independiente, en un límite de espacio personal que no es interrumpido por nadie.

Por lo tanto, y acercándonos a nuestro contexto propio del aula, podemos deducir que la distancia que hay entre los estudiantes y el docente deviene en un asunto crucial en la medida que se pretenda llegar a un aprendizaje íntimo, personal, social o público como lo afirma Davis (1982). La proxemia la hace posible el docente con su redireccionamiento que ejerce en el aula; sin embargo, se hace necesario detenerse, a manera de autocrítica docente, en qué tipo de distancia el maestro utiliza para verificar la pertinencia de su práctica pedagógica.

Cassirer (1986), de su parte, afirma  que “Llegamos a esta idea del espacio abstracto, no de una manera inmediata sino mediante un proceso de desarrollo y evolución mental verdaderamente complejo y difícil, y la idea original da lugar a una nueva y sucesiva y consecuentemente al conocimiento…” (p.31). El espacio abstracto se hace relevante mediante un proceso de desarrollo y evolución mental, difícil de abstraer en el aula para el estudiante, pero dando cuenta, de la originalidad en la idea que le compete al momento de realizar la clase al docente; lo cual, le permite ejercer una infinidad de escenarios diversos de interacción mental y social sobre el proceso de aprendizaje. Por consiguiente, se pueden abordar y optimizar competencias comunicativas propias del estudiante, según el nivel de manejo en el espacio abstracto que ejerza el docente en la apropiación de un mayor conocimiento.

Finalmente, se puede afirmar que sí es posible enseñar en la sociedad del conocimiento que mantiene una misma estructuración en disciplinas, pero dependiendo siempre del papel del docente. No olvidemos que el maestro es quien tiene un rol protagónico en el aula en cuanto a la “decodificación “ de la información pero también lo tiene en cuanto a la  educación proxémica que está ejerciendo sobre sus estudiantes; Hablar independientemente del manejo del espacio (proxémico) que esté llevando a cabo en su quehacer diario y que es allí, sólo allí, donde debería darse cuenta del espacio propicio para la autocrítica sobre el tipo de enseñanza que está impartiendo el docente y todo esto, con el fin de orientar mayores y mejores espacios sociales, políticos, artísticos y culturales en la institución educativa, sin dejar de lado nunca la optimización de su contexto.

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Referencias

 

Cassirer, E. (1986). Filosofía de las formas simbólicas. México: Fondo de Cultura Económica S.A.

Davis, F. (1978). La comunicación no verbal, 7ª ed. Madrid, España: Alianza.

Eisner, E.W. (2000). Those who ignore the past….: 12 “easy” lessons for the next millennium. Journal of Curriculum Studies, 32, 5, 343-357. Revista Proyecto regional de educación para América latina y el Caribe (PRELAC). El currículo a debate, 3(2006) [6-27]