24 de abril de 2017
Una biblioteca pública en La Hormiga, Putumayo
Una de las mejores cosas de ser bibliotecaria escolar es tener la oportunidad de conocer gente interesada en libros, lectura y bibliotecas. En 2014 cuando organicé -con la ayuda de mis colegas de la Biblioteca del Colegio Los Nogales – el simposio de bibliotecas escolares que formaba parte del 13 Congreso Nacional de Bibliotecología y Ciencia de la información, liderado por Ascolbi y Unirecs, una amiga caleña me habló de la biblioteca pública que recién se había ganado el primer Premio Nacional de Bibliotecas Daniel Samper Ortega.
Adriana Carrillo Jarava
Bibliotecaria Colegio Los Nogales
Una de las mejores cosas de ser bibliotecaria escolar es tener la oportunidad de conocer gente interesada en libros, lectura y bibliotecas. En 2014 cuando organicé -con la ayuda de mis colegas de la Biblioteca del Colegio Los Nogales – el simposio de bibliotecas escolares que formaba parte del 13 Congreso Nacional de Bibliotecología y Ciencia de la información, liderado por Ascolbi y Unirecs, una amiga caleña me habló de la biblioteca pública que recién se había ganado el primer Premio Nacional de Bibliotecas Daniel Samper Ortega. Lo primero que pensé sobre esta biblioteca pública ubicada en el Municipio del Valle del Guamuez en La Hormiga, Putumayo, llamada Luis Carlos Galán, fue que seguramente debía cumplir funciones de una biblioteca escolar y, por lo tanto, debía invitarlos a compartir su experiencia. Leí el anuncio y la razón por la cual el Ministerio de Cultura, la Biblioteca Nacional de Colombia y la Red Nacional de Bibliotecas Públicas decidieron otorgarle este premio y con mayor razón me interesé: promover la cultura en medio del conflicto armado.
¿Qué hace que una bibliotecaria nombrada por una alcaldía se entusiasme tanto por llevar libros hasta las veredas más lejanas y de difícil acceso? ¿Cómo es que unas personas de la misma comunidad deciden congregarse y llamarse Grupo de Amigos de la Biblioteca – GAB para apoyar a la bibliotecaria y sus programas? ¿Qué representa la biblioteca pública para una comunidad que ha sido víctima de masacres, desplazamiento forzoso y demás consecuencias de un conflicto armado? Más que respuestas yo quería ver rostros, estrechar manos y corresponder sonrisas. Por eso, luego de conocer a Ligia Díaz, miembro del GAB, y a Gloria Stella Nupán, la bibliotecaria, durante el simposio en Bogotá, les dije que iría a visitarlos en La Hormiga. Y así fue.
Durante la primera semana de julio de 2015 acompañé a Gloria Stella durante sus labores diarias, vi de cerca cómo funcionaban los programas y servicios: Préstamo de libros y revistas, acceso a internet, computadores, espacios como el Cine foro, la revista literaria Katharsis, el Programa radial El Hormiguero, las maletas viajeras que van a las veredas, encuentros con narradores de la región llamados En la voz del autor, etc. Mientras disfrutaba de la amabilidad y el cariño de los usuarios que contaban con emoción todo lo que para ellos representaba su biblioteca, yo me iba enterando de que más que un sitio con servicios, la biblioteca pública Luis Carlos Galán era su lugar de encuentro.
También logramos organizar talleres con las personas que Gloria Stella considera sus mejores aliados en las veredas: los bibliotecarios comunitarios. Son miembros de la comunidad –madres, padres, abuelos o hijos- que cumplen el papel de promotores de lectura y prestadores de libros que ceden sus salas y comedores para que los vecinos conozcan la maleta viajera de lecturas. Los temas de los talleres fueron: la promoción de lectura con niños, adolescentes, adultos y adultos mayores; la aplicación de herramientas tecnológicas en la investigación escolar; la diversidad de los textos impresos y digitales. Al finalizar las jornadas, que más de capacitación eran de compartir experiencias, todos estuvimos de acuerdo en la importancia de lo básico: nuestra tarea como bibliotecarios es acercar la lectura a las personas.
Cuando ya venía de regreso, luego de 3 horas por carretera y una hora en avión desde Puerto Asís, recordé una y otra vez una parte de la intervención de Ligia durante el simposio: “lo que hacemos desde la biblioteca no es nada nuevo; lo novedoso está en que nosotros somos conscientes de que vamos directamente a las comunidades a ofrecer otras alternativas, otras miradas, otros referentes de nosotros mismos y de los demás; comprendemos que cada vez que llegamos a las comunidades, y hacemos lectura en voz alta, no son solo las palabras escritas, las historias que contamos, no es solo el libro en sí, es mucho más que eso, es que cada vez que leemos un libro a otro, hay un gesto de afecto.” Una gran verdad.