Ciencias de la Educación

2 de julio de 2019

UNA EXPERIENCIA DE LECTURA Y VIDA

Lidia Valencia

Leer sirve para proyectar un poco la belleza sobre lo cotidiano,

para dar un trasfondo poético a la vida, para trazar historias que tal vez no se realizarán jamás,

pero que son una parte de sí mismo. (Petit, 2014, p.54)

No cabe duda que los docentes y promotores de lectura invierten tiempo y energía planificando actividades que logren vincular a los estudiantes en un proceso de lectura asertivo, en el cual ellos sean autónomos. Pero más complejo es que los demás miembros de la comunidad educativa se vinculen a dicho proceso y hagan parte del engranaje de ese gran motor de construcción de emociones, de placer, de conocimiento de vida, que puede resultar la lectura, y que se hagan parte de ese “acto de creación permanente” (Pennac, 1992, p. 24).

Y eso fue lo que se experimentó con la población de la escuela rural La Venta, a través del ejercicio de la biblioteca viajera para favorecer los hábitos lectores. Desde allí, se pudo percibir que el verdadero concepto de lectura trasciende los límites de la decodificación. La lectura, se entiende, no como un proceso plano que permite descodificar un texto, sino como una experiencia en la que a través de la interacción con él, del descubrimiento de lo que esa historia nos transmite, se puede llegar a construir una nueva, una salida de las entrañas de la realidad misma, una que nos diga que la lectura es realidad, es vida, hace parte de nuestro ser. Y en definitiva, es lo que se logra: adentrarse en la vida misma de las personas, tocar las fibras más sensibles con cada una de las historias, y extraer desde el fondo muchas cosas que se quisieron decir, tal vez, y que no se dijeron, o que se sintieron y no se podían decir, en fin.

Es apoderarnos tranquilamente de los textos, sin ni siquiera pensarlo, a tal punto que lo que está en nosotros pueda expresarse hacia fuera, a tal punto que estamos a la búsqueda de ecos de lo que vivimos de manera confusa, oscura, indecible y que a veces se revela, se explicita luminosamente se transforma gracias a una historia, un fragmento o una simple frase. Y tal es nuestra sed de palabras, de relatos, de formatos estéticos, que a menudo imaginamos descubrir un saber a propósito de nosotros mismos haciendo desviar el texto a nuestro capricho, encontrando allí lo que el autor nunca hubiera imaginado que había puesto. (Petit, 2014, p. 56)

Es todo eso lo que provoca la lectura en quienes logramos tener una experiencia diferente con el texto, una que nos permita sumergirnos en ese mundo pintado con palabras, dotado de vida, esa vida que le ha dado el creador mágico del texto, el autor.

Desde esa experiencia deseo compartir con mis colegas un par de disertaciones, que quizá resulten pertinentes en su vida académica, justamente alrededor de cómo promover la lectura con verdadero sentido y con un enfoque en el que se tenga en cuenta a toda la comunidad educativa.

En primera instancia, es necesario ir al cotidiano de los días, a la normalidad de la vida. Irrumpir en las actividades normales y sorprender con la presencia de unos buenos textos que logren matizar la gama de actividades diarias, y poner unas nuevas decoradas con una historia que conecte pensamientos, una experiencias y reluzca mil emociones descubiertas.

Llevar el libro a esos lugares en los que habitan los lectores que no han sido descubiertos, es de lo mejor que le puede suceder al promotor de lectura porque su lector recién descubierto, se siente importante, atendido, siente que el libro lo busca y que tiene cosas maravillosas por contarle. No sacar a los lectores de su entorno, es llenarlos de razones para sentirse importantes, actores. Es darles la posibilidad de seguir buscando emociones, realidades, experiencias en el trasfondo de la historia.

Ofrecer la posibilidad de leer en familia no solo estrecha lazos, sino que muestra caminos posibles para vivir, encontrar formas para solucionar conflictos, y lo que es más importante, conocerse mucho más. Los espacios en los que las familias comparten la lectura, les permiten descubrir que hay otras posibilidades para divertirse, a la vez que aprenden al adentrarse en mundos nuevos. Cada miembro juega incluso nuevos roles, los niños se hacen importantes en la lectura de sus padres, pues ellos hacen a su vez de promotores, y los padres sienten a sus hijos importantes, capaces de enseñarles, se sienten orgullosos.

Igualmente, estrechar lazos de fraternidad con los vecinos hace que la lectura sea placentera, que se afloren sentimientos guardados, que se revivan experiencias compartidas. El contenido de los textos permite exteriorizar emociones reprimidas, incluso, expulsar dolores emocionales arraigados, a través de los comentarios y reflexiones a que las lecturas dan lugar.

En este camino permitimos que los lectores sean actores en sus propios procesos, pues son ellos quienes seleccionan los textos que han de leer, con las características que consideran pertinentes. Ellos manejan sus tiempos de lectura de acuerdo a la cotidianidad de sus días, emplean las estrategias que consideran apropiadas y sobretodo hacen del libro un compañero presente, en el que poco a poco van depositando confianza por todo lo que les enseña, por guardar esa mágica relación con la vida real, con sus propias vidas, pero también por permitirles unirse y disfrutar muchos momentos.

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Referencias bibliográficas

Pennac, D. (1992). Como una Novela. Grupo Editorial Norma. Bogotá, 1992.

Petit, M. (2014). Leer el mundo. Experiencias actuales de transmisión cultural. Fondo de Cultura Económica. México.