Ciencias de la Educación

19 de agosto de 2021

Zombies por el mundo ¿Cómo estamos habitando el mundo?

Mariluz Parra Ortiz

Tal vez, el pensar en una nueva cepa de humanos sea algo odioso y despectivo. Tal vez, el buscar la manera de replantear la forma en que habitamos el mundo y el significado que le damos al estar aquí sea un buen principio. De nada serviría una nueva raza de hombres si con ellos genéticamente se transmitiría tanto dolor, abandono, rechazo, soledad, sumisión, desigualdad, egoísmo, resentimiento… y todo volvería a empezar.

Los aspectos mencionados anteriormente son solidificados por quienes sienten que la única manera de justificar su existencia es la de aguantar y servir; y por aquellos que creen tener el permiso de dominar y lastimar en medio de su carrera hacia la búsqueda de poder en cualquiera de sus escalas, al costo que sea, obviando el sentir y las necesidades de quien le sirve.

Entonces, es acertado pensar que se prefiere cargar con el peso de llevar el corazón dentro de una botella para evitar sentir, para vivir como zombies por el mundo y poder soportar lo que sea, al mismo tiempo que se destruye o se omite todo lo que está en el camino, enfocados en un objetivo o razón individual.

El párrafo anterior hace alusión al libro de Oliver Jeffers, “El corazón y la botella” quien en el texto muestra todo lo que se pierde una persona cuando se niega a sentir o a amar, luego de experimentar un dolor muy fuerte, algo que hace que la protagonista decida guardar su corazón en una botella; de esta manera pretende protegerlo para evitar un nuevo sufrimiento.

El mundo y su evolución van a una velocidad increíble, por lo tanto, muchos quisieran guardar el corazón para correr, en una carrera que hasta la educación participa, aún cuando toque dejar de lado una de las prioridades más grandes: la de humanizar. Las instituciones educativas, en su mayoría, desde sus currículos, priorizan “la educación como producto” y no la de formar seres íntegros que desde lo humano fortalezcan y aporten al sector productivo.

El educar debe concebir el propósito de incidir sobre la verdadera sabiduría como producto de la reflexión, de la misión que se tiene dentro de este mundo: el diálogo como fortaleza en el encuentro entre los individuos (Bergoglio, 2015). De esta manera, el nutrir el corazón permitiría entender que el dolor y el amor hacen parte de la construcción del ser en pro de los demás y evitarlo es condenar al individuo a vivir como un Zombie, un muerto en vida.

El sentir permite entender el dolor del semejante, a la vez que promueve un encuentro entre el escuchar, analizar y reflexionar para entender que la verdad individual necesita insumos dados por las verdades de los otros. En palabras de Maturana (1991), “No se puede existir sin vivir, sin el vivir del otro” (p. 44). Así, evolucionar no puede ser igual a deshumanizar, de la misma forma que la palabra educar no puede ser una herramienta para crear obreros útiles y para perpetuar una estructura social, esa que impide pensar sobre la manera en que estamos habitando el mundo.

Por lo anterior, humanizar como ley mundial, algo muy pretencioso, podría ser un gran comienzo. El tratar de sanar las heridas a punta de amor, de esperanza, de reflexión serían, por sí mismas, estrategias para rescatar al ser, resignificar la palabra “humano” sin tener que pensar en una nueva cepa.

Referencias

Bergoglio, J. (2015). Carta encíclica Laudato si’. Sobre el cuidado de la casa común. http://w2.vatican.va/content/francesco/es/ encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si. html.

Freire, P. (1976). La educación como práctica de la libertad. Siglo XXI Editores.

Jeffers, O. (2010). El corazón y la botella. Fondo de cultura económica.

Maturana, H. (1991). El sentido de lo humano. Universitaria.