Ciencias de la Educación

4 de mayo de 2019

Literatura y construcción de paz

Jeimy Tatiana Vallejo Chacón

En los últimos años han llegado a las escuelas de Bogotá estudiantes que en algún momento tuvieron que partir de sus territorios de origen, huyendo del conflicto que desde hace ya varias décadas aqueja al país. Estos niños y jóvenes llegan a la ciudad para comenzar una nueva vida, con muchos sentimientos en sus corazones y algunas experiencias que se tornan difíciles de recordar. El conflicto que ha permeado al país se ha desarrollado en mayor medida en las regiones, por esto la población de las ciudades, en ocasiones, desconoce la dimensión que tuvo este episodio oscuro en la vida de muchas familias que lo perdieron todo a manos de actores armados, porque quedaron en la mitad de dos bandos con intereses particulares que atropellaron su seguridad y bienestar.

Ante esta situación surge la necesidad de transformar algunas dinámicas de la escuela, porque es allí donde se generan los espacios de encuentro, entre aquellos foráneos que buscan un nuevo lugar para recomenzar y ser reconocidos; y los habitantes de la ciudad que necesitan comprender la realidad del conflicto, desarrollar actitudes de sensibilidad, tolerancia y fraternidad ante la diferencia. Entonces, los maestros requieren elementos que les permitan acercar la realidad del conflicto a las aulas y desde allí desarrollar espacios de sensibilización y reconocimiento de los actores del conflicto, sus consecuencias y posibilidades de cambio que plantea el nuevo panorama social del país. En consecuencia, emerge el siguiente interrogante, ¿cómo la literatura permite acercar la realidad del conflicto y aportar a la construcción de paz desde los contextos escolares?

Las aulas de primaría en la mayoría de los colegios oficiales de Bogotá, se han convertido en el escenario propicio para desarrollar estrategias pedagógicas a través de la literatura que permitan reconocer la realidad del conflicto de una manera reflexiva y estética. Por lo cual conviene aclarar algunas concepciones en torno a la lectura como práctica social y la postura que asumió la literatura infantil en los últimos años en su intento de comprender y visibilizar el conflicto armado colombiano.

Al concebir la lectura literaria como una práctica social, se comprende que leer es algo más que descifrar. Según Montes (1999) y Cassany (2006) leer es construir sentido, la lectura como práctica posibilita migrar de los conceptos habilidad, actividad o destreza para acoger el término práctica y de esta manera hacer énfasis en el trasfondo social que la enmarca. Por tanto, la lectura como práctica social en la escuela debe traspasar los límites de la comprensión, para instalarse en una lectura creativa, que tenga en cuenta aspectos comprensivos, pero también incluir elementos afectivos, emocionales e imaginativos (Petit, 2002). Al tener en cuenta estos aspectos, la escuela asume la lectura con un sentido que va más allá de la alfabetización y se podrá instalar en realidades sociales que requieran su atención. Desde esta perspectiva, el maestro es llamado a visibilizar su entorno y crear espacios de reflexión y construcción colectiva que le permitan integrar a los nuevos miembros en sus comunidades escolares; construyendo vínculos de fraternidad y reconocimiento y respeto por la diferencia.

Es en este punto donde la literatura adquiere gran importancia. En los últimos años, diferentes autores colombianos han dedicado su tiempo y esfuerzos a retratar la realidad del conflicto colombiano en obras llenas de tradición, sensibilidad y reconocimiento de las víctimas del conflicto. Jairo Buitrago citado por Quintero (2017) dice que la guerra “hace parte de la historia del país, es inevitable tocar un tema que ha permeado la realidad y el quehacer de las últimas décadas (…) Pienso que un conflicto genera preguntas en los más pequeños y es justo responderlas”. (párr. 5). En su obra “Eloisa y los bichos” retrata la historia de una pequeña que es víctima del conflicto y llega a la ciudad con su padre en búsqueda de un nuevo comenzar. El libro permite acercarse al universo del sentimiento que invade a un niño cuando se siente ajeno y extraño en un lugar al que ha llegado por razones ajenas a su voluntad.

Así mismo, Irene Vasco, otra de las escritoras que ha retratado el conflicto armado en sus obras es citada por Quintero (2017) cuando afirma que este tipo de obras son “la oportunidad perfecta para entablar diálogos como ciudadanos, no como personas armadas ni enemigos, sino ponerse en los zapatos del otro, ver el otro punto de vista, sentirse identificado, sentirse del otro lado pero poderlo expresar.” (párr. 6) Ante estas afirmaciones, es necesario que el maestro se dé la posibilidad de navegar en el maravilloso universo literario que ha pensado en el conflicto desde una propuesta estética y metafórica que permite acercar a las realidades que circundan en sus contextos inmediatos.

Por consiguiente, cuando el maestro entiende a la escuela como “uno de los pocos ámbitos de socialización en el que es posible programar experiencias de contacto entre sujetos diferentes, de encuentros que permitan enriquecerse con la cultura de las otras personas” (Tedesco, 2002, p.56), reconoce que incluir obras literarias, preocupadas por el conflicto, en el contexto escolar permite desarrollar habilidades que ayuden a los niños y jóvenes a vivir juntos, reconociendo la diferencia en la cercanía que logra establecer con su compañeros y realidades que permean la vida de los demás.

Además, el maestro está llamado a formular estrategias que permitan proteger las diferencias. Juliano (1991) citado por Arboleda Herrera y Prada (2017) afirma que: “el desafío consiste en ver la diferencia cultural no como un obstáculo a salvar, sino como un enriquecimiento a lograr.” Así, cada sujeto debe reconocerse como diferente, y valorar en los demás su carga cultural como un aporte y posibilidad de crecimiento personal, cultural e intelectual.

En conclusión, la literatura con sus grandes producciones posibilitaría el acercamiento de los niños y jóvenes a las realidades del conflicto a través de historias que propicien la construcción de paz desde el reconocimiento de la diferencia como una herramienta que facilite la reconstrucción de vidas y el cooperativismo entre comunidades.

________________________

Referencias

Arboleda, Z; Herrera, M & Prada, M. (2017) ¿Qué es educar y formar para la paz y cómo hacerlo? Bogotá: Oficina del Alto Comisionado para la Paz.

Cassany, D. (2006). Tras las líneas: sobre la lectura contemporánea. Ed Anagrama.

Montes, G. (1999). La frontera indómita. México D.F: Fondo de Cultura Económica.

Petit, M. (2002). ¿Pero y qué buscan nuestros niños en sus libros? Bogotá: CONACULTA; ASOLECTURA.

Quintero, J. (2017). Literatura infantil: no es todo color de rosa. Revista Diners, edición N° 570, septiembre 2017.

Tedesco, J. (2002) Educación y ciudadanía paritaria. Barcelona: Graó